Artesanía

Descubriendo La Roseta de Tenerife en Vilaflor de Chasna

La Roseta y el Enclaje de Vilaflor son labores artesanales que han perdurado en la tradición de nuestro pueblo. 

Sobre un pique o almohadilla circular dura se distribuyen los alfileres alrededor de los cuales se enhebra el hilo de algodón y siguiendo la imaginación y un diseño propio, con una aguja de coser, se teje la roseta.

 

El encaje de Vilaflor, llamado también punto de aguja, consiste en una variada gama de diminutos nudos realizados con una aguja de coser y rematados por un cordón hecho a ganchillo o croché.

Historia de la Roseta

La roseta es un encaje de aguja que surge en Tenerife diferente a otros calados conocidos en la Península y en Canarias. Ya que en la elaboración de las rosetas la técnica es distinta pues se prescinde de la tela base sobre un bastidor que tienen por ejemplo sus antecesores directos…

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los soles o ruedas y estrellas encerrados en grecas o cuadrados de los bordados que se hacían en Salamanca, Extremadura o Astorga. La roseta se realiza sobre un pique, que es una base redonda con alfileres donde se cruza el hilo hasta que se llena con una urdimbre radial el cuadrado o circunferencia. La artesana cruza las hebras utilizando su imaginación o un diseño previo.

Los deshilados o calados ya se conocían en Occidente antes de la Conquista de los Árabes y pasaron a elaborarse en la costa mediterránea a partir del Renacimiento. Pero puede decirse que estas labores de calado iniciaron un camino propio cuando llegaron a Tenerife, donde nace la roseta.

Inicialmente la elaboración de rosetas era una labor de las iglesias, pero después terminó formando parte de las prendas de uso doméstico de todas las casas, aunque eran elaboradas por las mujeres de condición más humilde en zonas rurales de las islas. En Tenerife se hacen desde el siglo XVI, lo cual hace de la roseta una de las manifestaciones más antiguas de la artesanía textil.

La roseta se desarrolló en Canarias durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, momento en el que pasó de ser un trabajo para consumo familiar a ser demandada por países de Europa como Francia o el Reino Unido, pasando a ser una próspera industria a gran escala que explotaban casas comerciales del extranjero instaladas en el Puerto de la Cruz, que los exportaron a otros países. La demanda crecía y las casas comerciales extranjeras contrataban a mujeres que realizaban rosetas en sus ratos libres cuando no trabajaban en almacenes de fruta y viñas. Desde La Orotava partían mercancías para el extranjero, sobre todo para el Reino Unido, desde donde se importaba la materia prima, el hilo y el lienzo. También se dedicaron a apostar por unos modelos más complejos que publicaban en las revistas de moda, y también en la difusión de nuevos soportes rígidos diferentes a los piques.

La producción de rosetas decae a partir de 1903 cuando surgen nuevos trabajos en oriente que ofrecen precios más bajos. Pero sobre todo por el inicio de la I Guerra Mundial, con la interrupción de la demanda de productos considerados de lujo en esos terribles momentos.

Pero a partir de 1940, en España se incentivaron los oficios tradicionales, y se dio un fuerte impulso al encaje para su comercialización, organizándose talleres para que las nuevas generaciones aprendiesen los distintos calados de cada lugar.

En Vilaflor tuvieron lugar varios talleres de confección de rosetas y del llamado encaje de Vilaflor. En los años 80 del siglo XX se fomentaron los oficios artesanos con ferias, cursos, exposiciones, congresos,…

Por otra parte, las distintas oleadas migratorias difundieron la roseta por América y Europa. Actualmente todavía puede encontrarse en Croacia (en la Isla de Hvar y en el condado de Brod Posavina, en la región de Eslavonia), donde ha sido declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Allí utilizan un hilo blando muy fino obtenido del aloe.

Los motivos de la roseta suelen ser florales o geométricos. La roseta recuerda a los rosetones de las iglesias góticas o a soles. De hecho en algunos países de América Latina las llaman soles. Son conocidos como Encaje de Tenerife en Cuba, en Paraguay como Ñandutí, en Venezuela, México y Brasil como Soles (Soles de Moca), mientras que en Luisiana también se conocen como rosetas. En Puerto Rico se trabajan dos técnicas: la de los Soles de Naranjito  (reconocida por el Instituto de Cultura de Puerto Rico) y la tradicional: la técnica de los Soles de Tenerife (conocido como Encaje o Tejido de Soles).  Y en países de habla inglesa se habla de: Teneriffe Lace, Sun Lace o Sunny Lace. En algunos países se valora de tal forma que hasta ha pasado a ser su símbolo nacional, como en Paraguay o Venezuela. En este último país se instalaron emigrantes canarios en Rosario a finales del siglo XIX, que después llevaron a Maracaibo, fundando una escuela de aprendizaje de los soles. Y se conoce como Motivi en Croacia.

En algunas de las islas Canarias todavía perviven los bordados de rosetas en la actualidad, sobre todo en Tenerife y Lanzarote, aunque en otras como Gran Canaria o Fuerteventura se han extinguido.

En Tenerife la roseta ha desaparecido en casi todo el norte de la isla, a pesar de que era una actividad muy extendida. Aunque pervive en La Orotava y La Laguna. También en el sur, en Adeje, Arona, Granadilla y Vilaflor de Chasna.

Las Rosetas,
Vilaflor de Chasna

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