Cuando llegues al pequeño pero bien cuidado casco histórico de Vilaflor te proponemos una visita sobre aquellos lugares con un alto contenido histórico que aquí se encuentran. En concreto la propuesta es de edificios muy próximos unos de otros, con una breve reseña histórica de cada uno de ellos:
La iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, una de las más antiguas del sur de la isla y cuyo origen está en la modesta capilla que Pedro Soler y su esposa, Juana de Padilla, ordenaron construir allá por 1530.
Esta ermita fue elevada a la categoría de parroquia con la condición de que la familia Soler la ampliara. Por este motivo, los nietos de Pedro Soler derribaron la pequeña ermita y levantaron la majestuosa iglesia que hoy podemos ver, terminando las obras en el siglo XVII.
La iglesia se presenta como un templo de una sola nave y planta de cruz latina; con estilo canario y artesonado de inspiración mudéjar; carece de torre, pero aun así está rematado en una bonita espadaña.
Encima de la portada lateral del templo aparecen dos llaves cruzadas y la tiara papal, alusivas a San Pedro, titular de la parroquia. En cambio, sobre la portada principal se conserva una inscripción en la que consta que la iglesia se terminó de construir en 1675, siendo su beneficiado Matías Ruíz Alfonso.
En el interior del templo pueden apreciarse las huellas de la familia Soler, como el sol tallado en piedra que está en la clave del arco que separa las naves; el escudo de madera ovalado que hace alusión a esta familia y su distinguida situación en la sociedad del momento.
Por otro lado, la escultura más antigua y valiosa que posee esta iglesia es el San Pedro de alabastro, esculpido por Pedro Villar en el siglo XVI y donado por Pedro Soler a la primitiva ermita de Vilaflor, y que en su base tiene tallado el sol que hace referencia a la ilustre familia que lo donó. Esta imagen está situada en la hornacina izquierda del altar mayor, en cambio, en el nicho derecho de este retablo se encuentra la imagen del Santo Hermano Pedro de Bethencourt, esculpida por Ezequiel de León en 1981. En la hornacina central se encuentra una talla de vestir de la Inmaculada Concepción, con corona y media luna de plata, que preside este altar desde el siglo XVIII.
En la parte superior del retablo mayor se aprecia, pintado, la tiara papal y las llaves cruzadas alusivas a San Pedro Apóstol, titular de esta parroquia.
La iglesia posee, además del altar mayor, varios retablos de gran belleza e interés (algunos de ellos recientemente restaurados) que albergan bonitas imágenes de vírgenes y santos de gran belleza y devoción en el pueblo. También encontramos un antiguo retablo pintado en una de las paredes laterales, que fue descubierto en una de las restauraciones de la iglesia, cuya singularidad nos recuerda a los recursos de las estampas, grabados, frontispicios de libros, diseños de arquitectura, etc. que fielmente eran plasmados en este tipo de figuraciones. Este tipo de altar pintado en forma de mural es escaso en las islas, considerando este de Vilaflor una de las muestras más interesantes.
A los pies del templo se encuentra el baptisterio, donde se conserva una antigua pila bautismal del siglo XVI en la que recibió las aguas del bautismo el Santo Hermano Pedro, y que aún hoy sigue en uso. En el baptisterio están situadas unas escaleras de madera que llevan a un coro alto, que se encuentra sobre la puerta principal del templo y que fue construido en 1767 por el carpintero orotavense Sebastián Martín.
Iglesia parroquial de San Pedro Apóstol,
Vilaflor de Chasna
La historia del templo comienza en 1766 con la llegada de la rama masculina de los hermanos Betlemitas, quienes iniciaron la construcción de un templo en el lugar exacto en el que nació el Santo.
Pero debido a las reformas políticas realizadas en el siglo XIX en España, el templo quedó inacabado.
Y no fue hasta 1981 que, con la llegada de las Hermanas Betlemitas que se prosiguió el proyecto, reanudándose los trabajos en 1991 y concluyéndose en el año 2002 cuando fue terminado, inaugurado y bendito, coincidiendo con el año de canonización del Hermano Pedro.
Es uno de los tres grandes santuarios de peregrinación dedicados al culto al Hermano Pedro, junto a la Cueva del Santo cerca de El Médano (en donde se refugiaba con el ganado durante el invierno) y la Iglesia de San Francisco el Grande en La Antigua Guatemala, lugar en donde se encuentra su tumba.
En este templo de Vilaflor se encuentra la reliquia de una vértebra del Santo, además de la campana que él utilizaba para convocar a los fieles. En el altar mayor se encuentran las imágenes del Santo Hermano Pedro y de la beata guatemalteca María Encarnación Rosal, reformadora de las Hermanas Betlemitas. En la parte central del retablo se encuentra, en altorrelieve, la escena de la Natividad de Jesús en Belén, tema central de la espiritualidad Betlemita.
Se trata de un templo de una sola nave que tiene adosado un convento regentado por las Hermanas Betlemitas. El templo está realizado enteramente en cantería y se encuentra justo detrás de la Parroquia Matriz de San Pedro Apóstol en el corazón de la localidad.
Precisamente desde la Iglesia de San Pedro parte el llamado «Camino del Hermano Pedro», que es una ruta pastoril que el Santo recorría para trasladarse con su rebaño a lo largo de la comarca de Chasna; esta ruta lleva hasta la Cueva del Santo Hermano Pedro. Actualmente durante la festividad del Santo en abril, cientos peregrinos recorren esta ruta que tiene un gran interés religioso-histórico.
Nació en marzo de 1626 en Vilaflor, siendo bautizado el 21 de ese mismo mes en la parroquia de San Pedro de esta localidad, donde se conserva su partida de bautismo.
Siendo muy joven se entusiasmó con los relatos que oía de América, y empezó a acariciar la idea de llevar el cristianismo a aquellas tierras. Con 23 años embarca hacia La Habana, llegando dos años más tarde a Guatemala, donde una grave enfermedad lo pone en contacto con los más pobres.
Fue el fundador del primer hospital de convalecientes y de la primera escuela popular para niños y adultos en la que, en el marco de la América hispana del siglo XVII, no se hacía excepción de personas por su raza o sexo: podían asistir por igual niños y niñas, blancos, indígenas, negros y mestizos. Fue el iniciador de un movimiento de hospitalidad para forasteros, sacerdotes y estudiantes.
Se lo describió como una personalidad dotada de observación, con gran facilidad para comunicarse con todo tipo de personas, disciplinado consigo mismo y compasivo con los demás. Utilizó métodos eficaces y en cierto grado innovadores en la enseñanza (premios, refuerzos, coplillas, cantos), en tanto que introdujo el concepto de convalecencia en el campo de la sanidad.
El Hermano Pedro fundó la primera orden religiosa de América, dedicada a la hospitalidad, a curar enfermos y a la enseñanza: la Orden Bethlemita.
Fue beatificado en 1980 en la Basílica de San Pedro del Vaticano y canonizado en la Ciudad de Guatemala por el papa Juan Pablo II en 2002. Es el primer santo nativo de las Islas Canarias. También se lo considera como el primer santo de Guatemala y de Centroamérica por haber realizado su obra misionera en esas tierras americanas. Debido a su labor misionera y pastoral es popularmente conocido como el «san Francisco de Asís de las Américas». Además, es considerado el evangelizador de Guatemala.
Se puede decir que es uno de los personajes históricos más importantes de la Historia de Canarias, siendo también una figura clave en la Historia de Guatemala. Realizó una gran labor social comparable a la realizada siglos después por la Madre Teresa en Calcuta, atendiendo a los más desamparados y necesitados. El hermano Pedro es popularmente aclamado como «Compatrono de facto de Canarias y Guatemala».
El Santo Hermano Pedro de San José Bethencourt es el primer santo de Guatemala y de Canarias reconocido por la iglesia católica. Aunque nació en España, concretamente en Vilaflor de Chasna, su vocación de servicio hacia los desposeídos se centró en Guatemala, durante la época de la Colonia.
El fraile dejó un legado de servicio y amor al prójimo muy cimentado a pesar del paso de los años.
Y una pieza simbólica de su legado es el árbol de Esquisúchil, del cual brotan hojas blancas y aromáticas y que él promovió que fuera sembrado en la Ermita del Santo Calvario, en la Ciudad Colonial.
De acuerdo con el portal La Antigua Guatemala, el Hermano Pedro encontró una rama de este árbol mientras ayudaba a un hombre enfermo.
El 19 de marzo de 1657, al cumplir 31 años, el Hermano Pedro estaba en el jardín de la Ermita del Santo Calvario y plantó esa rama, pero antes le quitó todas las flores y se las ofreció a la imagen de la Virgen Dolorosa que se venera en la misma Ermita.
“Un día de primavera, del año de 1657, cuando el Hermano Pedro se dirigía de romería a la Inmaculada Concepción de María, encontró en su camino a un pobre hombre que clamaba por ayuda. El Santo fue en busca de alimento para calmar el hambre del desposeído. Al inclinarse para darle de comer y beber, sintió un aroma extraordinario; nunca había sentido una fragancia tan exquisita. Al levantarse, se encontró con una rama cubierta de flores blancas”, según la historia compartida por el portal antigüeño.
Se trata del árbol de Esquisúchil, que durante 363 años permaneció de pie en la plaza de este templo al sur de la ciudad de Antigua Guatemala. Y era tal su valor histórico, religioso y turístico que fue nombrado Patrimonio Cultural Tangible e Intangible de la Nación, según el acuerdo ministerial 250-2004.
Desde hace años, botánicos guatemaltecos se han esforzado por conseguir su reproducción, aunque con gran dificultad. Hace una década se trajeron algunos ejemplares a Tenerife con el fin de crear lazos de unión entre Guatemala y Canarias, y para intentar su aclimatación en el Archipiélago. Actualmente se cuenta con ejemplares en Vilaflor de Chasna, Granadilla de Abona, La Orotava, Güímar, La Laguna (en el Obispado), Arico, Puerto de la Cruz (Jardín Botánico), El Sauzal, Santa Cruz y Adeje entre otros.
El Hermano Pedro llegó a El Calvario de Santiago de Guatemala en 1654, y colaboró personalmente en su construcción. La Santa Ermita de los Terciarios Franciscanos fue concluida en 1655. Durante cuatro años, entre 1654 y 1658, el Santo Varón fue el sacristán y jardinero de El Calvario, con admirable dedicación y devoción. Vivía en una de las celdas posteriores, acompañado de otros pocos hermanos terciarios, que también se afanaban en las huertas y cultivos.
El Santo Hermano Pedro de Bethencourt, tenía gran afición por la horticultura y floricultura. Se sabe de la enorme preocupación y esmero del Santo por adornar con flores frescas, todos los días, los altares de la ermita. Para cumplir esta labor piadosa, se abastecía de flores ornamentales, cultivándolas personalmente con gran amor en sus jardines.
En el jardín derecho del Calvario, llamado De los laureles cultivaba diversas especies de flores. El destacado cronista colonial franciscano, Fray Francisco Vázquez de Herrera, fue contemporáneo del Santo Hermano Pedro. Gracias a su Vida y Virtudes del Venerable Hermano Pedro de San José de Bethencourt sabemos cuáles fueron las nueve especies de flores que el Hermano Pedro cultivaba en El Calvario: Rosas (Rosa chinensis Jacq. o Rosa multiflora Thunb., originarias de Japón y Corea), Claveles (Dianthus caryophyllus L., originarios del Mediterráneo) Clavellinos (Dinathus chinensis L., originarios de China y Japón); Jazmines (Jasminum grandiflorum L. o Jasminum multiflorum (Burm.f.) Andr., originarios de India), Azucenas (Lilium longiflorum Thunb., originarios de China y Japón), Lirios de todos los colores (Hemerocallis fulva L. originarios de Europa y Asia), Alhelíes (Cheiranthus cheiri L., originarios de Grecia), Espuelas (Delphinium ajacis L., originarios del sur de Europa), Albahacas (Ocimum basilicum L. originarias posiblemente de India, África y Asia).
Conviene analizar las razones de porqué plantó el Hermano Pedro el árbol esquisúchil (Bourreria huanita) en el jardín derecho de El Calvario, un lugar muy visible. Quizá siguió el ejemplo del capellán militar Juan Godínez, quien un siglo antes acaso había plantado un esquisúchil frente a la iglesia de San Miguel Escobar, Sacatepéquez. Según Guahitemala, Lugar de Bosques: “Se cree que el árbol fue empleado por los españoles para atraer a los indígenas a lugares determinados”.
La técnica etnobotánica de apoyo religioso era sencilla, los españoles sembraron intencionalmente en las plazas, durante los siglos XVI y XVII, algunos árboles sagrados para los indígenas desde la época prehispánica, con el objeto de atraerlos a la catequesis de la nueva religión. La intención original del Hermano Pedro en el siglo XVII, de sembrar el árbol sagrado para atraer a los fieles indígenas hacia El Calvario, ha sido plenamente lograda también para los ladinos en el siglo XXI. Otro motivo por el cual el Santo Varón sembró el esquisúchil de El Calvario fue para proveer a su surtida botica de una escasa planta medicinal, ya conocida por los indígenas de estas tierras como tranquilizante y curativo de enfermedades cardíacas.
En el jardín izquierdo de El Calvario, el Santo Hermano Pedro y sus compañeros cultivaban plantas medicinales y aromáticas. Muchas personas visitaban diariamente al Santo Hermano Pedro para encontrar alivio a sus enfermedades. Él era muy conocido en La Antigua, por su gran conocimiento y sabia aplicación de las plantas medicinales nativas y europeas. Al respecto, su contemporáneo Fray Francisco Vásquez de Herrera escribió: “desde que se avecindó en su santuario el Hermano Pedro señalado por morador de El Calvario, tuvo una apoteca y repositorio de todos sus menesteres, un farmacopolio donde hallaba remedio para todas las dolencias y achaques”.
Es probable que su repertorio incluyera las flores de esquisúchil.
REFERENCIA: MIGUEL F. TORRES
ETNOBOTÁNICO DE GUATEMALA
El 9 de mayo del 2020, el árbol del esquisúchil que sembró el Hermano Pedro, el 19 de marzo de 1657, se desplomó, un hongo mortal pudrió sus raíces. Las torrenciales lluvias y viento ayudaron a su desplome.
De acuerdo con, Luis Eduardo Guzmán Irungaray, ingeniero agrónomo, el día que el árbol se cayó, logró la autorización de llevarse a su finca tres raíces para reproducirlas. Sin embargo, solo una logró retoñar, después de muchos cuidados. Explicó, que la raíz se logró reproducir en la finca La Joya, Parramos Chimaltenango, entre una temperatura de 24 y 34 grados.
Fray Edwin Alvarado, después de regar con agua bendita del lugar donde se sembró el retoño, comentó que se trata de un acontecimiento que causa mucha alegría para los devotos del Santo hermano Pedro.
“Es una de las raíces rescatadas para este experimento que ha dado su fruto. ¡Ha retoñado, es hijo auténtico del árbol que sembró sus manos!”, dijo emocionado.
El nuevo árbol se sembró en el jardín frente a la casa donde vivió durante cuatro años siendo sacristán y encargado de terminar la construcción del templo de El Calvario.
Por su parte, Miguel Torres, químico biólogo y microbiólogo, quien tiene más de 30 años de investigar y reproducir el esquisúchil, dijo que no es un árbol común y corriente o un esquisúchil más.
“Es una raíz que brotó de la reliquia original del Santo Hermano Pedro, por lo que se trata de un clon, de un hijo auténtico del árbol que sembró sus manos”
Referencia: PRENSA LIBRE
Santuario del Santo Hermano Pedro,
Vilaflor de Chasna
Ubicada frente a la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, y fue desde el siglo XVI hasta el XIX, residencia de las distintas generaciones de la familia Soler de Padilla, y también de sus descendientes en la titularidad del Mayorazgo de Chasna, los marqueses que la Fuente de Las Palmas.
La primitiva vivienda fue construida por Pedro Soler y su esposa, Juana de Padilla a principios del siglo XVI. El aspecto actual data del siglo XVII, con las lógicas mejoras y ampliaciones de siglos posteriores.
Desde el punto de vista arquitectónico destaca el corredor con pórtico y columnas de piedra en la planta baja de la vivienda, así como la puerta principal enmarcada en piedra que sirve de entrada principal al interior de la casona. En la parte trasera es digno de mención un magnífico lagar, utilizado durante siglos por los Soler para la obtención del vino.
La Casa de Los Soler es, sin lugar a dudas, una de las más importantes joyas del patrimonio histórico-artístico , no solo de Vilaflor sino de todo el sur de Tenerife, siendo testigo mudo de las alegrías y tristezas de sus distinguidos moradores durante siglos, y también, testigo de los más trágicos y violentos sucesos que le acontecieron a esta familia; como la sublevación de los vecinos del pueblo, a mediados del siglo XVII contra la familia Soler, cuando derribaron los soportes de piedra de la galería de la casa, obligando a sus moradores a huir precipitadamente de su casa y buscar refugio en el monte. Los muros de esta casa también albergaron durante varios días el cuerpo sin vida del último marqués de la localidad: don Alonso Chirino del Hoyo, VII Marqués de la Fuente de Las Palmas y titular del Mayorazgo de Soler, hasta que recibió cristiana sepultura en la capilla mayor de la desaparecida iglesia del convento agustino de Vilaflor.
Tras la muerte de Don Alonso Chirino en 1840, la casona pasó por varias manos de la familia hasta que después de la desamortización de Mendizábal, esta aristocrática casa fue vendida en 1899 a Don Tomás Bello Gómez por unas 15.250 pesetas de la época, incluyéndose en la venta las tierras de la Huerta Grande, el estanque y varias acciones de agua. A día de hoy, la casa de los Soler pertenece al Cabildo Insular y el futuro uso y disfrute será del Ayuntamiento y vecinos de Vilaflor de Chasna.
Casa de Los Soler,
Vilaflor de Chasna
Este molino está situado en un barranquillo cerca de la casa de los Soler y se abastecía del agua procedente de la zona conocida como El Chorrillo.
El molino de agua se usaba para la obtención de harina y gofio a partir del grano tostado, fundamentalmente del millo y trigo. Empleando la fuerza del agua, que se conducía hasta el molino a través de tajeas, impulsaba una rueda que, a su vez, movía la piedra de moler. El cubo de este molino es circular, no como otros cuya forma es escalonada y su acueducto está formado por dos arcos de medio punto.
Se puede admirar gran parte del sistema por el que transcurría el agua entre tanquillas y bociles, así como la estructura que servía para moler el grano.
Hoy en día, los arcos (arquería de medio punto) y el cubo (prisma troncocónico) del molino se encuentran en buen estado, tanto en su interior como el exterior del mismo. En la parte superior de los arcos se pueden apreciar los canales por donde era conducida el agua hasta el cubo y una tanquilla por donde se desviaba parte del agua cuando el caudal era abundante, ésta era conducida a otra tanquilla que se unía a dos tajeas, actualmente inexistentes, una conducía agua al molino para las necesidades del molinero y la otra era destinada al regadío.
Para acceder a los canales que conducían al cubo, encontramos una escalera cuyos escalones son piedras encajadas en la pared.
Unas escalinatas te llevan directamente al molino, ya restaurado pero sin uso. La fachada del molino presenta buen estado, sus paredes fueron reformadas con piedra viva y cantos.
Bajo la sala principal encontramos una cueva, en forma de bóveda. En su interior, el techo está reformado en madera y se puede ver una especie de columna entrando a la izquierda hecha de cantos, cuya función es la de soportar las vigas de madera que aguantan el techo.
En el suelo se encuentran unas piedras que servían de apoyo al rodezno y al árbol del molino. A la derecha hay un bocil, hueco en la pared por donde parte del agua pasaba para poner el rodezno en funcionamiento, y el otro bocil se puede apreciar más a la izquierda, en el que encontramos un trozo de viga de madera que nos desvela donde estaba situada la llave que controlaba la cantidad de agua que bajaba desde el cubo para también mover el rodezno.
El suelo está dividido en dos partes, una de piedra y otra de madera, en esta se puede ver la estructura de madera en la cual van colocadas las piedras que muelen el trigo, así como la tolva y la canaleta.
Una escalera nos lleva hacia otra habitación del molino, cuyo techo también es de madera y su suelo sigue siendo de piedra. Podría ser la cocina donde era tostado el grano.
En el techo hay un hueco donde se cree que iría lo que es una chimenea, otro hueco en la pared deja ver por donde entraba el agua que utilizaba el molinero para uso personal dentro del molino, esta agua salía de nuevo por una especie de tanquilla y por ahí era desviada hacía la parte de abajo del molino.
Molinos del Cubo,
Vilaflor de Chasna
El abasto público de aguas de Vilaflor de Chasna se producía, desde tiempo inmemorial, en el lugar conocido como “El Chorrillo”, donde eran reunidas las aguas de varios nacientes cercanos. El agua llegaba a este lugar, para proceder a su distribución, reparto del abasto y sustento de animales, además de cubrir las necesidades básicas de higiene y salud.
La evolución histórica de este inmueble resulta como consecuencia de satisfacer las necesidades básicas de los vecinos de Vilaflor.
Situada justo detrás de los lavaderos, hay una fuente con una data sobre un motivo decorativo de piedra con fecha de 1903, y detrás está el módulo, a donde llegan las aguas de las galerías cercanas. Este módulo constituye un medidor de agua desde donde ésta pasa directamente al depósito del abasto, luego a los lavaderos y, finalmente, el agua continua por las atarjeas y tuberías para su reparto entre la población.
En el siglo XX era menester disponer de las instalaciones mínimas de unos lavaderos que cubrieran las necesidades de carácter primario.
La primera colocación y disposición de una serie de piedras a la altura de un tramo de atarjea trazan la forma de una primera representación de lo que podría denominarse una pila, de manera rudimentaria va tomando forma hasta llegar a la construcción lo que hoy se conoce como Los Lavaderos.
La evolución histórica de este importante elemento patrimonial va dando respuesta a las necesidades de sus gentes en distintas épocas, por ejemplo, en 1936 se construye un techo y se mejoran las pilas y la canalización. Fue rehabilitado en 2005 para recuerdo de sus vecinos y disfrute del visitante que se quiera adentrar en nuestra historia.
Los lavaderos del Chorrillo,
Vilaflor de Chasna
Se trata de un caserío de carácter tradicional que alberga ejemplos relativamente bien conservados de la arquitectura popular tinerfeña propia del sur de la Isla. Contiene elementos característicos de las actividades campesinas como atarjeas, aljibes, depósitos, hornos, caminos empedrados, bancales, cuevas, etcétera.
Todo parece indicar que este conjunto de casas constituye uno de los primeros enclaves del pago de Jama, cuya antigüedad se remonta a varios siglos y, de hecho, es citado en los primeros repartimientos de tierras efectuados en la Isla por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo.
El Conjunto Histórico de Casas Altas es compartido por los términos municipales de Vilaflor y Arona y se localiza en una robusta lomada comprendida por los barrancos de Chija, al oeste, y por el Barranco del Río o de la Fuente, al este, ubicándose a unos 770 m.s.n.m. El acceso al lugar se realiza a través de la carretera TF-5114, entre San Miguel y La Escalona, en cuyo punto kilométrico 3 nace un antiguo camino empedrado, hoy en día cubierto de tierra que permite la accesibilidad rodada hasta el caserío.
Desde el punto de vista geológico, el interfluvio en el que se ubica el núcleo de Casas Altas está conformado por un potente apilamiento de coladas basálticas pertenecientes a la Serie III, asociadas a las emisiones acaecidas durante el Cuaternario en el campo de volcanes de la denominada Dorsal Sur (uno de los tres ejes estructurales en torno a los cuales se ha construido el edificio insular). El conjunto de edificaciones se emplaza en un promontorio pumítico, que constituye un relicto de erupciones de naturaleza ácida, cuyos focos de emisión se localizarían en el entorno del Edificio Central de la isla, y cuyos materiales se intercalan con los de quimismo básico que conforman la mayor parte de este ámbito geográfico.
La vegetación dominante es la propia de un cardonal-tabaibal bastante empobrecido por el pastoreo secular y la roturación de estas laderas, en transición hacia formaciones más termófilas, con presencia de alguna palmera (Phoenix canariensis), acebuches (Olea europea ssp. cerasiformis), sabinas (Juniperis turbinata ssp. cerasiformis), y diversas especies arbustivas: cornicales, vinagreras, tabaibas amargas, cardones, veroles y otras. No obstante, esta vegetación se encuentra profundamente transformada por la introducción de especies antiguamente cultivadas -como tuneras, frutales, almendros- o de carácter ruderal, propias de antiguos terrenos roturados.
El caserío de Casas Altas está constituido por ocho grandes unidades constructivas, correspondientes a antiguas viviendas campesinas integradas por varias edificaciones con diferentes usos: residencial, cuadra, cuarto de aperos, granero, cocina, etc. A ellas ha de sumarse una última edificación, alejada unos 150 m en dirección NE, que ofrece un esquema constructivo de similares características.
Las diferentes construcciones están fabricadas mediante sillares de toba roja -en el menor de los casos- y por muros de mampostería realizados con bloques de basalto, tosca y tobas, como material más abundante. Es frecuente la utilización de sillares como piedras esquineras que refuerzan la estabilidad de la construcción, así como fragmentos más reducidos de lajas, ripios o tizones- que rellenan los espacios entre los bloques de mayores dimensiones y el empleo de argamasa a base de agua, tierra y barro. En fechas posteriores, algunos de los inmuebles presentan un encalado -datado desde mediados del siglo XIX- aplicado mediante la técnica de «cabezas descubiertas», es decir limitado a las uniones entre los grandes bloques y sillares, cuya cara externa aflora en el muro.
Éstos son gruesos y con pocos vanos, debido a la tosquedad del aparejo y a su papel de aislante térmico. Los huecos aparecen delimitados mediante jambas y sobrepuertas de madera, existiendo un caso de ventana con poyo interior en madera; mientras que las cubiertas de tejas ofrecen diferentes modalidades: una, dos y cuatro aguas. Dos de las edificaciones principales poseen un granero en la parte alta, y uno de ellos se abre a un balcón en muy mal estado de conservación cuya escalera casi ha desaparecido.
Además de los edificios, destinados a usos diversos, en Casas Altas aparecen infraestructuras relacionadas con actividades tradicionales vinculadas a la subsistencia. Existen cuatro hornos exentos destinados al secado de higos o la elaboración del pan y morfología cúbica. Uno de ellos es doble, al contar con dos vanos delimitados por paralelepípedos de toba.
También existe un complejo sistema de canalizaciones, integrado por atarjeas y canales y pocetas excavados directamente en la toba, que conducen el agua a dos aljibes principales. En el exterior de las casas todavía se conservan algunas cubetas de pequeñas dimensiones destinadas, igualmente, al almacenamiento del agua.
Por último, cabe citar la existencia de un camino empedrado que atraviesa el caserío y que continúa descendiendo por la ladera en dirección al Valle de San Lorenzo. Este camino forma parte de un «camino real» que nace en el antiguo Camino de Chasna, y permitía la comunicación entre Vilaflor y la vertiente norte de la isla con las zonas más bajas del sur. En las inmediaciones del conjunto se abre la galería de Salto del Río, que se perforó para aprovechar el acuífero que alimentaba un antiguo manantial que sirvió para el abastecimiento de los habitantes de Casas Altas.
Junto a los diferentes elementos patrimoniales de carácter histórico en este conjunto cabe señalar la presencia de un tipo de manifestación cultural, posiblemente vinculada al mundo prehispánico. Adosados a las edificaciones y ocupando buena parte de los afloramientos de toba se perciben conjuntos de cazoletas y canalillos que las conectan, con una morfología característica de otras formas similares existentes en otros yacimientos de la isla.
Las Casas Altas de Jama,
Vilaflor de Chasna